Lobo

Lee a continuación un extracto de este relato:

 

.- ¡ Ay, ay, ay, Dios Santo; “El Susi”, el pobre, y muerto…! Y “Lobo” justamente ahora por ahí. Y además seguro que anda haciendo de las suyas con el cuchillón ese del demonio. Se levantó el condenao al rato, lo cogió bajo el brazo y me dijo que me estuviera quieta y que no me pusiera de por medio, que tenía que encontrar a la rabona, eso dijo, y se marchó por ahí con la mala leche subida al ceño. Cogió pa´ las vías, ya sabes, pa´ donde duerme el hombre ése del África, el negro del sombrero, el que vino con los pies desollaos…

.- Entonces, venga, Cola, y date bien de prisa. Vete y pon en el tablón que se murió “El Susi”, y que, si viene por aquí la bolindre, digan mu´ poquito a poder ser. Y pon también que ya se harán luego las cuentas de la noche. Hala, corre a ponerlo. Yo digo a los que estén que nos vamos, y que los que queden se anden al ojo. Venga, Cola, coño, date prisa y ponlo todo bien clarín, bien grande y bien clarín y echa a correr.

Hecho el escrito y puesto en el tablón que servía para poner los anuncios, salieron corriendo por el pasadizo. Mientras, de acá para allá el otoño llevaba hojas de bananos impregnadas de polvo arrancado de cualquier parte, elevándolas y haciéndolas deambular por muelles abandonados, por encima de máquinas oxidadas y envolviendo  a través de remolinos y tolvas, casetones industriales destartalados. Tras saltar y correr divisaron por fin a “Lobo”, el cual, agarrado con una mano a una farola y girando en redondo, una y otra vez, entre reflejos lívidos de la noche, gritaba y acometía sin cesar con el cuchillón al constante fantasma de sus presuntas alucinaciones.

.- Por la leche que mamé – se le oía de lejos  – ven aquí y no escapes, que te voy a escachar…

.- No, nunca podrás conmigo Lobón – oía que le decía La Muerte escapando de las  cuchilladas.

¡ Qué dices que no podré… ! Así tenga que vigilarte día y noche y así me quede ciego… – tirándole otra rebanada mortal sin alcanzarla.

.- Ja, ja, ja… – se reía apareciendo y desapareciendo La Muerte.

.- No te rías que, con éste – y hacía valer el cuchillón en alto – no vas a poder conmigo ni tú ni la madre que te ha de volver a parir; por mis muertos lo digo.

.-  Cómo que no – le contestaba ella apuntándole decidida con el índice en dirección al pecho –. Sabes que os llevaré cuando quiera y uno a uno y tú, “Lobo”, no podrás impedirlo. Y cuando te canses y no puedas matarme, yo sí que vendré a por ti y te llevaré así conmigo: manso y blandito, balando como un cordero. Ja, ja, ja…

.- ¿ Manso ? ¿ a mí… ? – y arrogante y sin esperar le tiró un viaje descomunal -. ¿ Como un cordero yo… ? – decía sudando – ¿ qué dices, rabona, tú me quieres deshonrar de hombre pero no podrás, así te hagas la fina y pongas cara de chula como Sabelita y Papita, que ya te vi. A mí no me jalas ya el rosco, chica… verás, tengo callo duro…, qué dices…

.- Te enamoraré, “Lobote” – y se sonrió loca y sabrosona – y me darás lo que sea, lo que te pida. Te ablandaré los sesos y el corazón y sólo querrás estar y venir conmigo, ya verás. Consentirás que me lleve a toda “La Fonda” con tal de tocarme un pelito así, y de besarme…

.- Contigo, perrona, ni ellos ni yo…  ¿ Y besarte… ?

.- Sí, a mí y sólo a mí, “Lobón” querido. Me amarás, te volveré loco, lo juro…

.- ¡ Mira, antes…! – y la amenazó llevando el arma hacia atrás con decisión y rabia hasta enrojecérsele completamente la cicatriz de la cara.

Fue en ese momento cuando, tras asomar Carlitos y Cola por encima de la plataforma, vieron al negro del sombrero mirando asustado contra el muro. Carlitos gritó:

.- ¡ Para, “Lobo”, para ! ¡ Para un poco, que ya vamos.!

.- Vaya ¿ has visto ? – le dijo La Muerte señalando a los recién llegados – Pues míralos bien, porque después d e “El Susi” les toca a ellos. De modo que ríndete, viejo estúpido, y deja aquí mismo el valor. ¿ Es que has olvidado el amor que me tienes ?

.- ¡ Quietos ahí ! Ni un paso pa´ cá, mocetes – replicó “Lobo” – y pónganse con el negro – y lo dijo sin mirarlos y señalando con el cuchillo.

.- Ya, ya tienes miedo, “Lobón”, ya tienes miedo, te lo veo, te brilla en los ojos  – sentenció ella.

.- ¿ Miedo yo… ? ¿ tengo miedo yo acaso… ? enarcando las piernas y las cejas, dudando.

Y mientras ella reculaba y él la perseguía amenazándola y acometiéndola…

[.- ¡ Ay, ay, ay, Dios Santo; “El Susi”, el pobre y muerto…! Y “Lobo” justamente ahora por ahí. Y además seguro que anda haciendo de las suyas con el cuchillón del demonio. Se levantó el condenao al rato, lo cogió bajo el brazo y me dijo que me estuviera quieta y que no me pusiera de por medio, que tenía que encontrar a la rabona, eso dijo, y se marchó por ahí con la mala leche subida al ceño. Cogió pa´ las vías, ya sabes, pa´ donde duerme el hombre ése del África, el negro del sombrero que vino con los pies desollaos…

.- Entonces, venga, Cola, y date bien de prisa. Vete y pon en el tablón que se murió “El Susi”, y que, si viene por aquí la bolindre, digan mu´ poquito a poder ser. Y pon también que ya se harán luego las cuentas de la noche. Hala, corre a ponerlo. Yo digo a los que estén que nos vamos, y que los que queden  se anden al ojo. Venga, Cola, coño, date prisa y ponlo todo bien clarín, bien grande y bien clarín y echa a correr.

Hecho el escrito y puesto en el tablón que servía para exponer los anuncios, salieron corriendo por el pasadizo. Mientras, de acá para allá el otoño llevaba hojas de bananos impregnadas de polvo arrancado de cualquier parte, elevándolas y haciéndolas deambular por muelles abandonados, por encima de máquinas oxidadas y envolviendo,  a través de remolinos y tolvas, casetones industriales destartalados. Tras saltar y correr divisaron por fin a “Lobo”, el cual, agarrado con una mano a una farola y girando en redondo, una y otra vez, entre reflejos lívidos de la noche, gritaba y acometía sin cesar con el cuchillón al constante fantasma de sus presuntas alucinaciones.

.- Por la leche que mamé – se le oía de lejos  – ven aquí y no escapes, que te voy a escachar…

.- No, nunca podrás conmigo, Lobón – oía que le decía La Muerte escapando de las  cuchilladas.

¡ Qué dices que no podré… ! Así tenga que vigilarte día y noche y así me quede ciego… – tirándole otra rebanada mortal sin alcanzarla.

.- Ja, ja, ja… – se reía apareciendo y desapareciendo La Muerte.

.- No te rías que, con éste – y hacía valer el cuchillón en alto – no vas a poder conmigo ni tú ni la madre que te ha de volver a parir; por mis muertos lo digo.

.-  Cómo que no – le contestaba ella apuntándole decidida con el índice en dirección al pecho –. Sabes que os llevaré cuando quiera y uno a uno y tú, “Lobo”, no podrás impedirlo. Y cuando te canses y no puedas matarme, yo sí que vendré a por ti y te llevaré así conmigo: manso y blandito, balando como un cordero. Ja, ja, ja…

.- ¿ Manso ? ¿ a mí… ? – y arrogante y sin esperar le tiró un viaje descomunal -. ¿ Como un cordero yo… ? ¿ qué dices, rabona, tú me quieres deshonrar de hombre pero no podrás, así te hagas la fina y pongas cara de chula como Sabelita y Papita, que ya te vi. A mí no me jalas ya el rosco, chica… verás, tengo callo duro…, qué dices…

.- Te enamoraré, “Lobote” – y se sonrió loca y sabrosona – y me darás lo que sea, lo que te pida. Te ablandaré los sesos y el corazón y sólo querrás estar y venir conmigo, ya verás. Consentirás que me lleve a toda “La Fonda” con tal de tocarme un pelito, de besarme…

.- Contigo, perrona, ni ellos ni yo…  ¿ Y besarte… ?

.- Sí, a mí y sólo a mí, “Lobón” querido. Me amarás, te volveré loco, lo juro…

.- ¡ Mira, antes…! – y la amenazó llevando el arma hacia atrás con decisión y rabia hasta enrojecérsele completamente la cicatriz de la cara.

Fue en ese momento cuando, tras asomar Carlitos y Cola por encima de la plataforma, vieron al negro del sombrero mirando asustado contra el muro. Carlitos gritó:

.- ¡ Para, “Lobo”, para ! ¡ Para un poco, que ya vamos.!

.- Vaya ¿ has visto ? – le dijo La Muerte señalando a los recién llegados – Pues míralos bien, porque después d e “El Susi” les toca a ellos. De modo que ríndete, viejo estúpido, y deja aquí mismo el valor. ¿ Es que has olvidado el amor que me tienes ?

.- ¡ Quietos ahí ! Ni un paso pa´ cá, mocetes – replicó “Lobo” – y pónganse con el negro – y lo dijo sin mirarlos y señalando con el cuchillo.

.- Ya, ya tienes miedo, “Lobón”, ya tienes miedo, te lo veo, te brilla en los ojos  – sentenció ella.

.- ¿ Miedo yo… ? ¿ tengo miedo yo acaso… ? enarcando las piernas y las cejas, dudando.

Y mientras ella reculaba y él la perseguía amenazándola y acometiéndola…]